El diván del poeta

lunes, julio 31, 2006

Un punto de Mîra



Como todos los veranos, casi todos los lugares de playa, o casi todas las playas, tienden a la similitud. Lo único que hace que sean, o parezcan distintas es la gente. Los buenos y los malos momentos, sorprendentes o anodinos, los proporcionan las personas: las que van contigo, las que te encuentras, las que te atienden, las que sirven de escaparate o reclamo...

Ignoro por qué en repetidas ocasiones tengo la sensación de llegar a los sitios a destiempo: o bien pronto, o generalmente tarde. Salir de viaje más tarde de lo planeado; llegar al hotel a una hora imprevista; abandonar la playa casi los últimos; llegar a tomar una copa cuando el local estaba a punto de cerrar, o ser los últimos en salir. Entrar en la cama casi al alba y despertar tarde; pero ¿para qué madrugar?.

Pensé que esto tenía que cambiar, que debía cambiar. Entonces actué con determinación y, efectivamente, en consecuencia, esto cambió. No hay como ponerle voluntad a los deseos y piernas a los pensamientos.

Cuando llegamos a la playa, tardamos (verbo inexplicablemente inherente al grupo, al cuerpo y a la medida del tiempo) en tomar posesión del metro cuadrado de arena y asentarnos. "Ya estamos como siempre, pensé, pues se acabó".

- ¡Aquí me quedo, people...!
- Aquí no, que hace mucho aire y se va a ir... -intentaba avisar la más dulce de mis amigas, sin tiempo a terminar la frase.
-¡La toalla!... ¡La sombrilla!..
-¡Qué se vuela todo, joder!...

Salí corriendo detrás de nada, porque, maliciosamente, los enseres tomaron direcciones distintas. Como iba mirando al cielo, pues hacia allí volaban las cosas, pisé, después de tropezar con él, un masculino cuerpo de muy buen ver. Ahí empecé a darme cuenta de lo que cambia la vida cuando se toman decisiones.



domingo, julio 30, 2006

Del río a ninguna parte



Búscale entre aguas confusas,
salpicado de locura, ceniciento y arrugado.
Crúzale hasta la otra orilla, barquero,
sin que le despierte el movimiento de tu barca.

Siempre se dejó llevar
por remolinos de corriente, siempre
hasta el minuto último del último viaje.

miércoles, julio 26, 2006

If I had you...

Si te tuviera...
andaría desnuda de palabras,
inconsciente de pensamientos,
y entre juegos de olfatos enredada,
trabada por la tutela de tu licencia.

If I had you...
serías el amante ducho (mudo),
el demiurgo de la sucesión de mis ardores,
y de mi respiración el ritmo profundo,
el rey en el suburbio de mis sentidos.

Si te tuviera...
las campánulas de mi interior se batirían,
acarreadas por la resonancia de tus besos,
y de tu susurro placentero bebería,
hasta el estallido de la embriaguez.

If I had you...
desnuda y tutelada,
amaría intensamente,
de sus besos embriagada,
al rey de mis arrestos.


martes, julio 25, 2006

La naturaleza por dentro


Seguí mi camino y avancé por las mudas escalinatas de la iglesia por ver si se me movía el ánimo. Los árboles tampoco quisieron distraerme de la vereda de la evocación. De pronto sentí la urgencia de detener mi caminar para respirar profundamente. Había sentido, quizás por el efecto umbroso de la arboleda, que te tenía a mi lado. Este desvarío provocó en mí una chispita de nostalgia. Ya sabes cómo se manifiesta el engaño de los sentidos: es la borrachera del alma, que envuelve y paraliza. Pero no era el parque, con su vegetación desinteresada, lo que estaba en penumbra, sino yo. Algo similar a lo que sucede con esas fotos hechas a contra luz, cuyo resultado es una silueta negra que deja ver, detrás de su opaco cuerpo, toda la claridad de afuera.
Había muchas hojas de color verde, algunas amarilleaban ya, en medio de un tono marrón seco. Muchas hojas caídas sobre el suelo destemplado, jugando a enredarse, ignorando que con su maniobra tejían un tapizado otoñal que abrigaba a la tierra desnuda.

Como no quería yo que me agarrara ese dolor mundano del hundimiento espirutual, di media vuelta y regresé a refugiarme entre los muros del lamento en que se han convertido las cuatro paredes de mi habitación.